miércoles, 4 de agosto de 2010

La manecilla se detuvo en el 12


Tal vez debí quedarme callada. Quizá debí esforzarme por no gritar la frase que se escapaba por mi boca. Pero hablé.
Miré el reloj impacientemente y, cuando la manecilla me indicó que el día siguiente había comenzado, hablé.
"Me tienes harta" fue la frase que brincó mis dientes, escapó de mis labios y se estrelló en las paredes de la habitación.
Y, entonces, todo se terminó... Adiós, para siempre, adiós.

1 comentario:

mery dijo...

Siempre he sido partidaria de no callarse las cosas, aunque no siempre sean buenas..

:)