jueves, 3 de diciembre de 2009

Ese día de febrero


Busqué con mi amiga, un buen regalo para él. Anduvimos caminando por el centro desde que salimos del examen (por cierto, groseramente confuso) hasta que atardeció. Entre carcajadas y quejas (sobre todo de hambre) pensamos en el mejor regalo. Tenía que ser útil, pero sin rayar en lo cotidiano (o sea que las pilas para su despertador y el cepillo de dientes eléctrico eran mala idea); también tenía que ser barato (esa fue sugerencia mía), pero sobre todo tenía que parecer que lo había comprado desde hacía una semana como mínimo o algo así, es decir, había que aparentar que era una fecha tan importante para mí, que por nada del mundo pasaría inadvertida.
Me harté de buscar, estuve a punto de rendirme, pero mi amiga no me lo permitió. Se encargó de aclararme que no había perdido su día por nada. Así que seguimos.
La librería de viejo de la otra calle fue la respuesta a mis plegarias (mi desesperación era brutal). Le compre el libro que habíamos visto juntos el día que caminamos tanto que dejamos de hablar (y de reír también, que es lo más raro). Quise regatear el precio, que me parecía algo injusto para ser el de un libro usado, pero la vendedora se negó. “El libro eso vale” repetía sin siquiera mirarme. Tuve que pagar, la cara de aburrimiento de mi amiga me obligó.
Al día siguiente cuando lo vi, adivina que me había comprado él… El mismo libro pero, para mi sorpresa (y vergüenza), nuevo.
Ja. Tal vez lo decepcioné, pero ya no me interesa, mil veces le he dicho que esas fechas a mi no me importan.

miércoles, 26 de agosto de 2009

Problemas... ¿existenciales?


¿En qué basamos nuestras vidas? ¿Para qué necesitamos basarlas en algo? ¿Qué hacer después?
A veces pienso que lo que estoy haciendo con mi vida no vale la pena, otras veces creo que es algo que de verdad me apasiona.
Sólo tengo problemas existenciales... eso es todo, no necesito refugiarme en nada, no es necesario buscarme más problemas. Estoy perdida entre lo que soy y lo que creo que soy.
Pero, ¿sabes qué? No me importa. Ni siquiera sé si lo que escribo está saliendo de mi cabeza o de mi corazón... (Mmm... demasiado cursi, estos lugares comunes que se meten por todos lados), (¿borro todo?)... (tal vez deba escribir algo menos deprimente)...
Ni siquiera sé si lo que escribo lo pienso o sólo lo siento (el segundo intento, y creo que salió peor)...
(Esto es divertido... también escribo lo que pienso)... (un momento... lo hice de nuevo).
Mmm... en fin, como estaba diciendo, no sé si escribir es lo que me apasiona. Qué importa si soy buena o no, eso no es lo importante hoy (ni hoy, ni mañana... jamás lo será).
(Larga pausa)... 
(Ok, ya fue suficiente, ¡escribe algo!)...
Mmm... tal vez después.
Fin.

jueves, 2 de julio de 2009

Mi compañera



De arriba a abajo observo la pared de mi recamara, mientras intento recordarme por onceava vez en el mes, que debo decorarla, luce solitaria, necesitada, incomoda. 
Las manecillas del reloj avanzan cada vez más lentamente y yo sigo pensando en mi pared, cómo si su arreglo significara una mejora en mi vida, un paso hacía adelante, un avance. 
No necesito pensar mucho para darme cuenta de que no es la pared la que necesita un cambio, soy yo misma la que lo pide a gritos. Evidentemente me urge un cambio de pensamientos y de actuar, no estoy permitiéndome ser yo misma, no estoy mostrándome a los demás como soy, me estoy haciendo daño.
Me doy cuenta de que los días pasan y yo no reacciono, no me muevo, no busco los motivos para seguir adelante.
Ahí estoy yo, frente al espejo, mirando a esa que me mira, viéndome a los ojos sin reconocerme en ellos, esperando el momento para actuar, queriendo ser sólo testigo y no actor del cambio.
La señal que me ha de despertar, la que busco con la mirada, pero no con las manos, no llega y yo no la salgo a buscar.
La metáfora se repite: estoy sola en mi cuarto, y así me siento en mi vida.
Estoy con ella, por eso estoy con nadie. Estamos juntas en esto, por eso me siento alejada de todos. Puedo sentirla viniendo hacía a mi todo el tiempo. Me acecha constantemente, me atrapó hace mucho tiempo y no me deja ir. 
Puedo notar lo envolvente del tiempo, es un ciclo, todo se repite: ella me atrapa, me caza, hace que me olvide de mi y de todo, pero cuando regreso, cuando volteo y veo lo que ha pasado conmigo durante mi ausencia, todo se repite y nuevamente  soy presa, soy gacela temerosa.
Me lastima, me acompaña y me deja sola. Estoy segura de que puedo dejarla, pero la verdad es que ya no sé si quiero hacerlo... es mi única compañera... la soledad.

viernes, 6 de marzo de 2009

Buscadora de tesoros

Esta es mi primera entrada y supongo que no será la última.
En este blog quiero expresarme de una manera libre y ligera... sin límites.
Soy una buscadora de tesoros porque eso es lo que más me gusta hacer, buscar tesoros en donde a simple vista pareciera que no los hay. Esta vez, busco tesoros en lo que leo, que por cierto es todo aquello que se cruza por mis grandes ojos.
Date la oportunidad de buscar tesoros en lo que escribo, aunque tal vez no los encuentres, yo no aseguro nada... eso depende del cristal con que se mira.
Gracias.