Miré el reloj impacientemente y, cuando la manecilla me indicó que el día siguiente había comenzado, hablé.
"Me tienes harta" fue la frase que brincó mis dientes, escapó de mis labios y se estrelló en las paredes de la habitación.
Y, entonces, todo se terminó... Adiós, para siempre, adiós.
1 comentario:
Siempre he sido partidaria de no callarse las cosas, aunque no siempre sean buenas..
:)
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