Titubeando, me acerco. Estoy indecisa, pero no por no saber lo que quiero.
Todavía lo miro a los ojos por una milésima de segundo como preguntando ¿Lo vamos a hacer? Él parece entender lo que pienso y me hace un gesto con la cabeza. La respuesta es clara: sí.
Ya sin titubear, me acerco un poco más, acomodamos nuestras caras y ya está. Nuestros labios se tocan, se conocen. Siento sus labios acariciando los míos suavemente. La punta de mi lengua a penas toca el ápice de la suya; se desean, algo las junta, las atrae pero no se atreven a salir. Sus labios atrapan los míos con delicadeza, los sienten, los saborean sin prisa; mis labios hacen lo propio. Su saliva tibia hace que olvide, su boca sabe mejor que todo.
Segundos de nada más que nuestras bocas, no existe el mundo, no existe el cielo, no existen los sentimientos, no existe nada; sólo dos bocas que se encuentran, que se acarician, que se saborean. Todo está sincronizado, juntos cuando lo deseamos, separados cuando lo necesitamos.
Ya creo en la telepatía.
Todavía lo miro a los ojos por una milésima de segundo como preguntando ¿Lo vamos a hacer? Él parece entender lo que pienso y me hace un gesto con la cabeza. La respuesta es clara: sí.
Ya sin titubear, me acerco un poco más, acomodamos nuestras caras y ya está. Nuestros labios se tocan, se conocen. Siento sus labios acariciando los míos suavemente. La punta de mi lengua a penas toca el ápice de la suya; se desean, algo las junta, las atrae pero no se atreven a salir. Sus labios atrapan los míos con delicadeza, los sienten, los saborean sin prisa; mis labios hacen lo propio. Su saliva tibia hace que olvide, su boca sabe mejor que todo.
Segundos de nada más que nuestras bocas, no existe el mundo, no existe el cielo, no existen los sentimientos, no existe nada; sólo dos bocas que se encuentran, que se acarician, que se saborean. Todo está sincronizado, juntos cuando lo deseamos, separados cuando lo necesitamos.
Ya creo en la telepatía.