lunes, 17 de mayo de 2010

Que alguien me explique


Me pregunto qué es lo gracioso y atrapante de las telenovelas ¿porqué los protagonistas pasan de llorar amargamente y a moco tendido a ser la pareja heterosexual de gente bonita más feliz de universo?
Y me lo pregunto, no porque dude de la existencia de este tipo de cambios anímicos tan radicales, sino porque en verdad no entiendo, simplemente no entiendo. Tal vez haya algo en mí que está mal, algo que debía "activarse" en mi infancia y que, por alguna razón que desconozco, no se activó o yo qué sé, tal vez sólo soy rara. Pero es que de verdad no entiendo.
Después de preguntarme a mí misma y a uno que otro pobre que pasaba por ahí en alguno de mis momentos de reflexión, cuál es el chiste de las telenovelas, decidí que lo mejor era intentar explicarle al mundo qué es lo que no me cuadra de estas novelitas de popó.
Aquí voy. Comenzaré relatando brevemente la historia básica de estos programuchos:
Mujer pobre, honrada y muy bonita que se enamora (así de repente, tal vez por arte de magia) de hombre rico, guapo y con una familia horrible que sólo se interesa por el dinero. El mundo entero hace lo que está en sus manos para separarlos pero, al final, el amor triunfa y los protagonistas se casan. Los malos reciben su merecido y el director de la telenovela nos deja ver, con unas imágenes de gente sonriendo y niños jugando, que los buenos serán felices por siempre. [Algunos detalles pueden variar ligeramente de novela en novela]
¿Lo notaron? La historia tiene tres partes: La primera, cuando los protagonistas se conocen y se enamoran. La segunda, cuando todo el mundo intenta separarlos. La última, cuando el amor vence y buenos y malos reciben su merecido.
Si se fijan, verán que la primera y la tercera parte, que en teoría son las más agradables, ocupan solamente el 10% de la telenovela. El otro 90% es de sufrimiento, dolor, gemelos malvados, humillaciones, secuestros, puestas de cuerno, etc.
Yo no sé ustedes, pero no entiendo cómo es que los protagonistas se enamoran tan apasionadamente uno del otro, si ni siquiera viven cosas buenas y divertidas, nunca comparten su felicidad, ni pasan una tarde completa disfrutando de la compañía del otro, no salen a bailar o a caminar, no bromean, etc. ¡No mamen! No tienen absolutamente nada en común, ni edad, ni pasatiempos, ni amigos, ni gustos musicales... ni ¡nada! (Ah, perdón, sí tienen algo en común... su ¿amor?... Bah ¡basura!). Estos pobres se la pasan defendiendo su amor, pero nunca creándolo (o lo que sea que se hace cuando las personas se enamoran).
Además, en las novelas, todos lloran y sufren amargamente. Y no es que yo diga que eso no pasa en la vida real, pero es que yo creo que eso no pasa todo el tiempo.
Al menos yo, me la paso bien casi siempre. Es verdad, a veces estoy triste, enojada, estresada o "ameliosa", pero algunas veces, no todo el tiempo.
Las novelas me irritan, ¿se han dado cuenta del mensaje que transmiten?: 
Todo en esta vida es sufrimiento y dolor, todos estamos frustrados y somos infelices con nuestra vida, no te preocupes, es normal que te sientas así. Cuando quieres algo y no lo consigues, seguramente es culpa de alguien que no quiere que seas feliz. Algún día vas a encontrar a una persona que se enamorará ciegamente de ti en el mismo instante en que te vea y te querrá tal y como eres.
Jajaja... ¡qué flojera!
Como les decía, no entiendo porqué a la gente le gusta ver esos programas. Si tengo una tarde libre, al menos yo, no quiero pasármela viendo como sufren y se odian dos o más familias completas.
Pd. No es por presumir, pero en este momento estoy viviendo la parte de las novelas que nunca pasan en la tele. La parte en la que los protagonistas salen, se conocen, se conquistan, se ponen nerviosos, se viven y se disfrutan uno al otro... y todo eso que supongo que a los directores de las telenovelas les parece muy bonito y alegre como para pasarlo en la TV.

viernes, 7 de mayo de 2010

A la mitad de la calle


Ayer lo vi pasar pero no lo saludé. Me detuve un momento para observarlo mejor. Me dio gusto verlo así, justo como lo recordaba: con la mirada perdida, la nariz arrugada por su sonrisa, el cabello alborotado y sus dedos sosteniendo un cigarro.
Me sentí algo ridícula cuando reaccioné y me descubrí parada a la mitad de la calle con una sonrisa enorme. Sonreí porque lo recordé a él y eso hizo que mis cadenas de pensamientos me llevaran a todos lados.
Recordar es una manera de perder el tiempo... y a mí me encanta perder el tiempo ¿quién chinga'os dijo que no sirve de nada? Todos deberíamos perder el tiempo de vez en cuando. Es en extremo beneficioso, a mí, por ejemplo, ayer me hizo muy feliz. 
Fui feliz porque recordé las locuras de mi prepa y mis secundarias... mi primer beso... mis caídas de culumpios y de ánimo... las pintas de la escuela... la sonrisa de mi abuelita, los buñuelos de mi abuelito y la fortaleza de mi abue... las pláticas nocturnas con mis hermanos... las tardes de bicicletas y cuentos de terror... las mejores borracheras y sus respectivas crudas endemoniadas... las bromas más cagadas y geniales... los campamentos donde gritabamos a la luna... las cercanas estrellas de algún viaje de mota... los atardeceres en la playa con mi familia nayarita...  esa tarde en la que un libro y algunos suspiros me mostraron lo que hay bajo los caparazones... 
...y todo eso que, hoy y siempre, me hará sonreír parada sola a la mitad de la calle.
Si algún día escribo mi autobiografía, esas serán buenas páginas.
;)

lunes, 3 de mayo de 2010

Frente al espejo


¡Ajá! ¡Te atrapé!
Ya no finjas, ha perdido sentido que lo intentes.
¿Cómo es que no lo noté antes?
Hay pistas por todos lados:
¿Tu boca? no deja de sonreir   (...)   ¿su sonrisa? busca tu boca   (...)   ¿tus ojos? quieren mirar sus ojos   (...)   ¿sus ojos? encuentran los tuyos   (...)   ¿tu mente? lo recrea cuando se aleja   (...)   ¿tu ausencia? hace crecer su deseo   (...)   ¿tu piel? espera sus caricias   (...)   ¿sus manos? no quieren dejar de acariciarte.

Eres tan terca... ¿todavía intentas negarte a ti misma que lo quieres?
Ya lo sabía yo, todos los corazones son iguales y el tuyo no tenía porque ser una excepción.
Acéptalo ya, ¿qué esperas?
No lo niegues y menos ahora que acabo de atraparte con las manos en la masa.