lunes, 22 de marzo de 2010

Fantaseando en la universidad



Hace un rato, Andrea volteó a verme y muy seria me dijo: "Deberíamos escribir cuentos así, hasta podríamos hacer una colección". Después de decirlo, sonrió.
En clase, todos discuten sobre las diferencias y las relaciones entre intertextualidad y metatextualidad.
"Genette nos habla de la metatextualidad como otra forma de intertexto" dice la maestra con un tono de intelectual que da risa. Todos hablan: que Cortázar, que las novelas, que la metaficción de no sé qué autor, que Fillola, que la construcción del Yo, que Sánchez Corral, que Pedro Páramo, que tú y que yo, que sí y que no. ¡Caray, qué flojera!
Yo sólo pienso en los cuentos que decía Andrea, me río sola imaginando las locuras que ocurren en ese universo paralelo de -Cuentos perversos de hadas-. Sí, perversos.
Perverso, perverso, perverso. La palabra resuena en mi cabeza. Me divierto imaginando la cara que pondrían todos esos mochos que dicen que Ibargüengoitia escribe cuentos "comprometedores".
Ahora, esta etiqueta de "perverso" suena ridícula en mi cabeza. ¿Qué es perverso? ¿Perversión equivale a enfermedad o a libertad?
Me divierto dándole rienda suelta a mi imaginación: Blancanieves enamorada de su madrastra o teniendo sexo salvaje con los siete enanos, la abuelita de Caperucita Roja fantaseando con el lobo, la Bella Durmiente convertida en la Bella Ponedora, Bella y Bestia teniendo sexo (tal vez de "perrito"), Pinocho provocando incendios (por eso de la fricción y la madera), Hansel y Gretel fumando mota y hasta los príncipes de Cenicienta y Sirenita poniéndole a escondidas de sus esposas mustias.
Jaja. Perdón, creo que soy algo vulgar, tal vez hasta estoy ofendiendo lo más sagrado de su infancia, pero es que en verdad no puedo evitar pensar en lo gracioso que sería todo esto.
Los más recatados dirán que esta clase de "deformación" de las historias infantiles es algo horrible y hasta peligroso (por aquello de que los niños se traumarían), pero eso a mí no me importa...
Estoy harta de oír las teorías de Fillola y de Genette sobre el intertexto discursivo y el intertexto lector, así que un descanso de estos tipos aburridos no me está viniendo nada mal. Ahora hasta estoy sonriendo en esta maldita clase. Jaja.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Zapatitos que hablan


Lo acepto. Me encantan los zapatos. Soy adicta a ellos. Sin embargo, no soy de esas que tienen el clóset lleno de sus cajas; tampoco de las que observan embobadas desde la calle las vitrinas de las zapaterías.
El encantamiento se produce en mí de otra manera. Yo amo a los zapatos cuando alguien (quien sea) los está usando. Sí, eso resume todo.
Los zapatos pueden decir muchas cosas de sus dueños, pueden hablarnos de su edad, empleo, género, clase social, etcétera. Pero esos datos estadísticos y absurdos tampoco me interesan.
Yo sólo observo los zapatos con atención para entender lo que ellos quieren decir. Por decirlo de otro modo más aburrido (también menos inocente), imagino historias sobre ellos.
Los protagonistas de estas historias son, por supuesto, los zapatos. El dueño es sólo un personaje secundario más.
Los hay de todos tamaños, colores, texturas y antigüedad. Pueden ser tenis, sandalias, huaraches, botas, zapatillas, mocasines, pantuflas y más.
La próxima vez que veas zapatitos por la calle, en el salón de clases, en el trabajo o en el autobús, date la oportunidad de escuchar sus historias... ¡Verás que tienen mucho que decir!