lunes, 15 de febrero de 2010

¡Ya creo!


Titubeando, me acerco. Estoy indecisa, pero no por no saber lo que quiero.
Todavía lo miro a los ojos por una milésima de segundo como preguntando ¿Lo vamos a hacer? Él parece entender lo que pienso y me hace un gesto con la cabeza. La respuesta es clara: sí.
Ya sin titubear, me acerco un poco más, acomodamos nuestras caras y ya está. Nuestros labios se tocan, se conocen. Siento sus labios acariciando los míos suavemente. La punta de mi lengua a penas toca el ápice de la suya; se desean, algo las junta, las atrae pero no se atreven a salir. Sus labios atrapan los míos con delicadeza, los sienten, los saborean sin prisa; mis labios hacen lo propio. Su saliva tibia hace que olvide, su boca sabe mejor que todo.
Segundos de nada más que nuestras bocas, no existe el mundo, no existe el cielo, no existen los sentimientos, no existe nada; sólo dos bocas que se encuentran, que se acarician, que se saborean. Todo está sincronizado, juntos cuando lo deseamos, separados cuando lo necesitamos.
Ya creo en la telepatía.

domingo, 7 de febrero de 2010

El jardín está repleto

To say that you are cute (...and pretty... and funny...), would be like saying that a strawberry is sweet, 'cause a strawberry has secret flavors...* 
Las fresas no son sólo dulces, pueden tener sabores filosos, lejanos, profundos, recurrentes, suaves, además de un etcétera inagotable y, por lógica, indefinible.
Parafraseando a Paul Baribeau, me atrevo a decir que las personas (así como las fresas :P) no se pueden describir en su totalidad. 
Una sola persona tiene un número enorme (realmente enorme) de características, de detalles que la hacen única. Y estas marquitas de individualidad, no sólo hacen única a cada  persona, también la hacen pertenecer al género humano, la hacen ser lo que todos somos.
El número de personas en la tierra aumenta incesantemente. Los detalles que hacen únicas a estas personas son, entonces, incalculables. Somos diversidad. La belleza y la complejidad humana radican en esa diversidad, sin ella, no somos nada.
Somos como fresas, todos y cada uno.
Todos los días soy testigo mudo de la belleza de las personas, de sus detalles, de sus particularidades que se esconden tras las sonrisas y las miradas. Ya capté algunos sabores, pero sigo tratando de percibir otros.
Toda mi vida y apenas estoy comenzando a ver la pequeñísima punta del iceberg de fresas.
Simplemente emocionante, ¿no lo crees?

 * Fragmento de Strawberry de Paul Baribeau.